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Gualberto despertó abruptamente al sentir que su cama se sacudía. La lámpara y el espejo junto a la mesa, cayeron y estrellaron fuertemente contra el suelo.

-¡Joder! Esta temblando- exclamo en voz alta.

Rápidamente se levanto y resguardo debajo de la cama. En sus 20 años como vigilante en la fábrica de embutidos, primera vez que sentía miedo de un temblor. Un escalofriante silencio acompaño la oscuridad, la energía eléctrica no funcionaba.

-¡Carajo!- dijo Gualberto saliendo de su escondite- a temblor pa feo.

-Auuuuuuuuuuu aaauuuuuu

-¡mierda! ¿Qué vaina es esa?

Ese aullido le puso los pelos de punta a Gualberto, primero vez que lo escuchaba y se hacía más fuerte, más cercano. Gualberto tuvo que taparse los oídos con algodón del cajón de primeros auxilios, no aguantaba escuchar el feo aullido, parecía que le estallarían los tímpanos.

Cogió la vieja escopeta recortada y se agacho ocultándose detrás de la mesa de noche.

Comenzó a temblar de nuevo, parecía que esta vez era más fuerte, las tazas, libretas y cajas se caían de los estantes.

Desde la ventana entraron unos rayos de luz que alumbraron toda la habitación. La luz era muy intensa y Gualberto sentía que le ardía la piel.

-Coño, son unos ladrones carajo. Ahora si me jodí

Cogiendo valor salió de su escondite aguantando el ardor, apunto directamente a la ventana y acciono la escopeta

-¡Pum!

La luz se apago, el aullido dejo de escucharse.

-Es...esto..no.no.. no son ladrones...es un espanto..¡ no joda!...

Una especie de tentáculo gigante le rodeo por la cintura.

Aaaaaaahh- grito espantado y otro tentáculo le tapo la boca.

Gualberto soltó la escopeta e intentaba librarse, pero los tentáculos lo aprisionaban con mayor intensidad.
El pánico no lo dejaba darse cuenta de los diversos tentáculos que lo sostenían por todas las partes de su cuerpo. Una sustancia pegajosa le impedía mover las manos.

El pobre vigilante estaba aterrorizado, sin poder gritar , además de no poder ver qué era eso que lo estaba apretando.

Uno de los tentáculos le bajo los calzoncillos e inmediatamente sintió el dolor más grande de su vida. Algo comenzó a penetrarlo con una intensidad sobrehumana, era enrome y con escamas que hacían de cada penetración una experiencia dolorosa para Gualberto.

Dejo de luchar, se entrego por completo a quien lo estaba sodomizando. De reojo pudo ver en el espejo partido en el suelo, una sombra de una criatura espeluznante. La sombra tenia forma de toro con muchos brazos que se movían como serpientes.

-Es el diablo... el diablo en persona- pensaba el viejo vigilante.

-Auuuuuuuu Auuuuuuuuuuuuu- aullaba la criatura al oído de Gualberto.

-Estoy muerto- se dijo.

Chorros de una extraña sustancia le lleno en su interior y luego lo sentía en su espalda. . Un calambre lo hizo quedarse tendido.

-Sálvame diosito-oraba mientras perdía el conocimiento

La alarma despertó al vigilante.

Todo el cuarto estaba hecho un desastre. Fue acomodando todo en su sitio, quito las sabanas, se habían teñido de un color verdoso. Se puso su uniforme y tomo rumbo a la oficina del jefe.

En el trayecto escucho a todo el mundo comentar del fuerte temblor que había afectado a toda la ciudad en la madrugada.

-Seguro quiere un aumento- pensó el jefe de la empresa cuando vio al vigilante pidiendo permiso para entrar. Pero quedo sorprendido cuando el vigilante se ofreció a cubrir más turnos y que el pago no le importaba.

El ingeniero acepto, pensó que el “guachimán” había enloquecido, pero mejor, así se ahorraba algunos gastos.

Esa noche, Gualberto el vigilante, se ducho y se puso unos calzoncillos nuevos, perfumados con un poco de agua de colonia barata, que le habían obsequiado en el último intercambio de regalos.

Se acostó y espero. Pasada la medianoche, lo escucho.

-Auuuuuuuuuuu-

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